He estado reflexionando sobre el impacto que tenemos como managers, y no me gustaría cometer los mismos errores que sufrí.

Ser manager no es fácil, y ninguno estamos libres de pecado, pero quiero tener claro qué tipo de profesional no quiero ser (porque en algún momento también lo fui) y qué comportamientos quiero evitar a toda costa.

Esto no es una guía ni una lista de sugerencias, es un contrato conmigo mismo, para intentar no caer en esos errores y para no acabar trabajando con profesionales así en el futuro.

1. No mandaré tareas sin contexto

Una dirección sin propósito no tiene un buen final.

Trabajar a ciegas desgasta, desconecta y mina la motivación. En los equipos que trabaje no se actuará por inercia ni porque “se lo han dicho”. Se invertirá el tiempo necesario en explicar el porqué, aunque eso retrase el cómo.

Un equipo que entiende el trasfondo piensa mejor, aporta ideas y ejecuta con más seguridad.

2. No escucharé por cumplir

Escuchar no puede ser un mero trámite.

Sé reconocer la escucha superficial, esa que solo espera su turno para hablar. Escuchar de verdad exige silenciar el ego, no hablar por hablar y centrar la atención.
No quiero ser el manager que pide feedback para luego ignorarlo, por las veces que lo pedí y no lo recibí.

Si alguien me ofrece su tiempo y sus ideas, mi atención es lo mínimo que merece. A veces, lo que se necesita no es una solución, sino simplemente sentirse escuchado de verdad.

3. No venderé humo

No quiero ir de flipado.

Prefiero un “no lo tenemos” y trabajar en conseguirlo, que un “sí” vacío que explote cuando ya sea demasiado tarde. No se trata de ser pesimista, se trata de ser honesto.

Y la honestidad, aunque duela en el momento, siempre construye más confianza que las promesas rotas.

4. No protegeré mi ego por encima del equipo

El ego es un mal jefe.

No necesito tener siempre la razón ni imponer decisiones para demostrar control. Quiero que ganen las mejores ideas, vengan de donde vengan.

Y si me equivoco, lo reconoceré. Mostrar mis errores no me debilita, le da al equipo permiso para aprender sin miedo.

Siempre intento destruir mis propias ideas antes de exponerlas. No para convencer, sino para mejorar.

5. No desapareceré cuando las cosas estén mal

Liderar no es estar en la foto.

Cuando salten los errores, estaré, cuando un cliente reviente, daré la cara, cuando el equipo esté quemado o las métricas no acompañen, no me esconderé, defenderé.

No voy a ser ese manager que exige desde lejos y desaparece cuando hay que mojarse. Los marrones se comparten. Las victorias también, pero son del equipo, no de una sola persona.

6. No confundiré liderazgo con control

No estoy aquí para revisar cada línea de trabajo ni para que me den explicaciones constantes.

Estoy aquí para dar claridad, eliminar bloqueos y confiar en el criterio de las personas.
El liderazgo no va de controlar. Va de crear las condiciones para que otros den lo mejor de sí.

Y eso solo pasa cuando sienten que confías en ellos, no cuando los tienes bajo lupa.

7. No evitaré el conflicto necesario

No estoy aquí solo para caer bien.

Un entrenador me dijo una vez: “Soy tu amigo, pero te diré las cosas porque quiero que mejores, que seas mejor jugador. Y por un rato, tendré que dejar de ser tu amigo.”

Ser manager también implica exigir, tomar decisiones difíciles y marcar límites. Cuando algo no funcione, lo diré, cuando haya que apretar, lo haré, pero siempre con respeto y empatía.

No hay que paternalizar, pero tampoco creo en liderar a base de gritos, ni en dejar a nadie en evidencia, ni en hacer de la presión un estilo de gestión. Tampoco creo en mirar hacia otro lado cuando las cosas van mal.

La exigencia, bien usada, también es una forma de cuidar al equipo.

Cierro con esto

Este es “el contrato” que no quiero romper como manager.
No porque me crea infalible (ya he caído en algunos de estos errores, y seguro volveré a caer sin darme cuenta) sino porque necesito una brújula, algo que me ayude a parar, pensar y corregir.

Va de no olvidar quién quiero ser como profesional, y de esforzarme, cada día, por no parecerme a ese perfil con el que no querría volver a trabajar.

Y como Product Manager, sé que parte del trabajo no es solo decidir qué hacer, también es tener claro qué no hacer y poner límites al alcance cuando toca.